El año pasado por estas fechas presenté un libro titulado “Un mundo mejor es posible”, en el que defendía la idea de que nuestra sociedad nunca tuvo tan alto grado de solidaridad como ahora. Bastaría como ejemplo la pandemia que hemos tenido que sufrir para darnos cuenta de que la unión y la ayuda desinteresada por los demás han sido los instrumentos más eficaces para luchar contra sus devastadores efectos. Si bien es verdad que hemos tenido que sufrir la pérdida de muchas vidas, también es verdad que hemos tenido ejércitos de voluntarios, de profesionales, de personas que han volcado sus esfuerzos, a veces incluso a costa de su propia salud, para salvar a los demás.
Durante esta pandemia y aprovechando las tecnologías, que sin salir de casa me permitían estar en muchos sitios, tuve la ocasión de asistir a una reunión del Foro Nueva Economía donde daba una conferencia en la que podíamos formular preguntas, David Sassoli, el Presidente del Parlamento Europeo. Nos dijo que Europa había hecho “la mayor demostración del poder de la solidaridad europea jamás vista, comparable al plan Marshall, el programa que nos ayudó a recuperarnos de la Segunda Guerra Mundial” y también que “pese a todo, hemos tenido que luchar contra algunos egoísmos nacionales, pero ahora está claro cómo vamos a enfrentarnos a esta emergencia.” Cuando llegó mi turno de pregunta se mostró muy concienciado con la situación de los sectores más vulnerables y más olvidados de la sociedad durante esta pandemia, los sintecho, y nos invitó a que nuestra cena anual de nochebuena para las personas sin hogar, la realizásemos en el Parlamento Europeo. La iniciativa me pareció preciosa y tuve la sensación, después de escucharle hablar, que Europa estaba allí para ayudarnos a todos. “Europa sólo tendrá éxito si estamos unidos, somos valientes y nos apoyamos”, decía Sassoli. Casi las mismas palabras que decimos todos los que somos conscientes de que el máximo valor de las personas se demuestra cuando estamos unidos.
Desde Mensajeros de la Paz hemos reclamado muchas veces la ayuda de Europa, sobre todo durante la crisis de los refugiados que permanecían olvidados en puntos de Grecia, como la isla de Lesbos, y en Turquía. En aquella ocasión no tuvimos mucho éxito sobre los políticos, que eran quienes tomaban las decisiones en las fronteras europeas, sin embargo, sí lo tuvimos sobre las organizaciones del tercer sector que auxiliaron de diversas maneras a estas personas que huían de la guerra y del hambre.
Hace poco, la Eurocámara volvió a escucharnos y nos ofreció una sala para dar visibilidad a una exposición fotográfica sobre la labor internacional que realiza nuestra ONG llamada “La solidaridad alimenta corazones” y recuerdo también que David Sassoli nos dedicó unas cariñosas palabras: “Sois ejemplo de solidaridad y ayuda a los más necesitados”, aunque el ejemplo, siempre lo digo, lo dan cada una de las personas que se involucran en la ayuda y el apoyo a los demás y doy gracias a Dios porque nosotros no seamos los únicos.
Mensajeros realiza una importante labor internacional y estamos presentes en más de 50 países, entre ellos Italia, donde desde el año pasado abrimos en Roma una Iglesia que abierta las 24 horas del día para dar cobijo y ayuda a los miles de personas sin hogar que pasan por la capital de este país, la iglesia de Los Santísimos Estigmas de San Francisco. Ahora este proyecto se ha extendido con otra iniciativa preciosa muy similar al programa del Cuerpo Europeo de Solidaridad que se lleva a cabo desde Europa y que ofrece proyectos solidarios de diversa índole a los más jóvenes. Nosotros, hemos abierto un Hogar de Oportunidades para que estudiantes universitarios con pocos recursos puedan alojarse en nuestra casa hogar de Roma para llevar a cabo sus estudios a cambio de ejercer una labor de voluntariado con la Iglesia de San Francisco. Un par de horas, dos días a la semana, para atender a las personas sin hogar que pasan por esta iglesia buscado un refugio y encontrando una isla de misericordia donde descansar, ser escuchados y poder rezar.
Dicen algunos historiadores, como Timothy Garton, que Europa “debería encabezar el camino hacia una mayor cooperación internacional” y coincide con lo que afirman también Josep Borrel y nuestra ministra de Exteriores, Arancha González Laya, que advierten de que si no somos solidarios, la situación de la crisis generada por esta pandemia acabará por afectarnos a todos individualmente. Solidaridad es la palabra, es la acción y me atrevería a decir que lo es casi todo en los momentos de crisis, como el que estamos viviendo ahora.
Esta sociedad no está enferma, sino sana y rica en valores como hemos demostrado durante todos estos meses de confinamiento durante los cuales hemos aprendido a dar, a preocuparnos por el vecino, a no salir a la calle sin preguntar antes a quien tenemos cerca si necesita algo. Encontrar el apoyo en la unión que representa Europa nos da si cabe mayor fuerza a todos los que integramos este continente. Pero no solo eso, nos da algo mucho más importante: la fuerza para ayudar a otros países, a otros continentes, en definitiva, a quienes más nos necesitan.
Solidaridad es la palabra, es la acción y me atrevería a decir que lo es casi todo en los momentos de crisis...