Un día pasaba delante de San Antón y entré. Mientras rezaba, comencé a llorar… Sentía mucha angustia. Se sentó a mi lado un voluntario y me escuchó con atención, sin juzgar, validó mis emociones, me contó de Robin Hood y me dio alimentos. Me dijo unas palabras que me hicieron reflexionar y me fui mucho más tranquila de cómo llegué.

Actualmente, luego de varios meses, sigo asistiendo al Robin Hood… pero también he comenzado a ayudar en la Despensa Solidaria como voluntaria. Conocer a Mensajeros de la Paz impidió que mi situación vulnerable empeorara. Desde el momento en que migré a España, he atravesado diferentes situaciones, algunas más adversas que otras… Lo cierto es que cada vez que surgió una necesidad en mí, acudí a Mensajeros y siempre obtuve ayuda y atención.

Durante este tiempo, he notado siempre los mismos valores: respeto, servicio, implícito en cada gesto y concreto en cada acción, libertad: siempre se respetó mi decisión. Por eso, hoy quiero agradecer enormemente a la gran familia de Mensajeros de la Paz.”