Mensajeros de la Paz en Jordania está liderado por el padre Carlos Jaar. El padre Carlos es el párroco de la Iglesia de Santa María, que está dentro del colegio que ha llenado de niños musulmanes y cristianos con un sistema educativo loable y donde todos conviven en armonía. Los niños cristianos son hijos de familias refugiadas que, huyendo del Isis, en su mayoría de Mosul, Irak, vinieron a parar a Jordania, que les acogió con los brazos abiertos a pesar de que no les permite trabajar ni incorporarse al sistema nacional de salud. Por eso el padre Carlos está tan comprometido con estas familias, a las que da trabajo en su colegio además de ofrecerles la educación para sus hijos.
“Cuando llegó el recreo, tomaron su bocadillo y se nos acercaron para preguntarnos quiénes éramos y por qué estábamos allí”
Viajé a Jordania acompañada de Luis Jiménez, voluntario de Mensajeros de la Paz en la Iglesia de San Antón, el Teléfono Dorado y, además, en el departamento de comunicación para los asuntos audiovisuales. De hecho, es el director del corto solidario “Dos Cincuenta” que estrenamos justo al regreso de este viaje a Jordania. Nuestro propósito era grabar historias humanas y al padre Carlos para poder realizar después un documental. No sabíamos con qué nos íbamos a encontrar, salvo, y en eso estaba tranquila, con el padre Carlos y su energía, humanidad y empatía.
El primer día que sonaron los altavoces del colegio para que acudieran los niños al patio a formar me quedé asombrada. Después, y todos en silencio, sonrientes y concentrados, comenzaron a cantar un padre nuestro en arameo. Más tarde y ordenados como ya no vemos aquí en España, se fueron a sus clases. Primero los más pequeños y, por último, los adolescentes que parecen muy preparados y seguros para un futuro que les aguarda quizá fuera de Jordania.
Cuando llegó el recreo, tomaron su bocadillo y se nos acercaron para preguntarnos quiénes éramos y por qué estábamos allí. A mí me rodearon todas las niñas, sonriendo, abrazándome y preguntándome de todo. A Luis, los niños. Todos se muestran tan felices que es difícil darse cuenta de que su situación en Amán, en este barrio de Marka, es muy complicada. Atrás dejaron sus hogares, en Irak, sus amigos, sus escuelas, sus paisajes y recuerdos… pero aquí, en este colegio, no dejan de sonreír.
“No sabíamos con qué nos íbamos a encontrar, salvo, y en eso estaba tranquila, con el padre Carlos y su energía, humanidad y empatía”
Bendito padre Carlos y bendita su manera de entender y de educar para el futuro de concordia, sin importar las religiones, la procedencia, la posición… y todo sin perder jamás la sonrisa. Luis se quedó unos días más para completar nuestra misión allí, en Amán, en este colegio lleno de esperanza y de solidaridad y este es su relato:
“Welcome to Jordan”. Esta frase la escuché muchas veces de tanta gente durante el tiempo que estuve con la ilusión y el objetivo de poder plasmar ante una cámara historias muy diferentes a las que conocemos en nuestro día a día. En Amman tuve la gran suerte de conocer al Padre Carlos y a la gran familia de Mensajeros de la Paz, que me abrieron las puertas de su día a día y tuve la oportunidad de compartir la ilusión con que apoyan las causas para mejorar la vida de tantas personas que no se merecen este presente que les ha tocado y no pueden todavía mejorar en los momentos más duros de sus vidas.
Situada en el barrio de Marka, la parroquia y la escuela del Padre Carlos, presidente de Mensajeros de la Paz en Jordania, es el centro de las labores de acogida y apoyo a familias refugiadas procedentes de Siria, Irak, Afganistán y otros países con situaciones muy duras y les ofrece la oportunidad de integrarse en Amán. Desde el norte de Irak, llegan constantemente personas que vienen con lo básico bajo amenazas de muerte si no abandonaban su fe. Más de 10.000 familias cristianas abandonaron su casa y su país tras recibir una carta por debajo de su puerta, en la que se les exigía abandonar su tierra en un plazo de pocas horas o de lo contrario, ser ejecutados.
“En Amman tuve la gran suerte de conocer al Padre Carlos y a la gran familia de Mensajeros de la Paz, que me abrieron las puertas de su día a día”
Durante esas semanas, pude vivir y plasmar en la cámara el día a día de una gran escuela llena de vida, de profesores estupendos, de niñas y niños de Palestina, Siria, Irak, Afganistán y Jordania conviviendo y aprendiendo valores con diferentes religiones e ideales que conviven y se respetan. También pude ver que es una escuela que, desde que se entra, se percibe tranquilidad y se intuyen ilusiones que se van a lograr.
Una escuela que ha escolarizado a niños refugiados, que ha permitido que los adultos refugiados sean los que desempeñan la docencia para conseguir una salida profesional en un país que no les ofrece, todavía, la oportunidad de trabajar. Una escuela que apoya labores de artesanía y emprendimiento laboral que el resto de adultos refugiados necesita para trabajar y sobrevivir en esta dura etapa.
Cuando llegó el momento de dejar la escuela y de volver a España no tengo palabras para transmitir la sensación que tuve en la despedida de estas buenas personas, profesores y peques que ya me estaban preguntando cuando volvería sin haberme ido todavía.