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El legado de un hombre llamado Justo

El 9 de abril de 2021, Mensajeros de la Paz aceptó el inmenso legado de Justo Gallego: La donación de la Catedral de la Fe, en Mejorada del Campo. El compromiso adquirido a cambio es que la ONG continúe la obra.  El padre Ángel tuvo claro el destino de este lugar icónico: un oasis de oración que acoja a todo el mundo, sea de la religión que sea, a las personas que se encuentran solas, a las que necesiten alivio espiritual, ayuda, compartir con los demás, descanso, que sea un centro social y cultural para disfrutar de la arquitectura, de exposiciones, de conciertos…

“Justo no vio nada imposible. Y yo tampoco”,
Ángel López, ayudante de Justo Gallego durante casi tres décadas.

Justo Gallego Martínez era un modesto agricultor de Mejorada del Campo que realizó una promesa a la Virgen del Pilar por curarle de una tuberculosis cuando era joven. Lo que comenzó por una promesa a esta Virgen, una ermita, terminó convirtiéndose en un proyecto de vida casi inabarcable: una catedral, la Catedral de la Fe, como la bautizaron desde el principio, pues la fe fue el motor que impulso a Justo Gallego durante toda su vida. Fueron 60 años de trabajo incansable y casi obsesivo desde el 12 de octubre, Día del Pilar, del año 1961.

A Justo le ayudaron viajeros itinerantes que, conociendo su hazaña, quisieron aportar un grano de arena al proyecto. Una catedral hecha de materiales reciclados “cuando iba a por ladrillos rotos, muchos me ofrecían ladrillos nuevos, pero yo no los quería”, contaba Justo a todo el que quisiera escucharle. Ruedas de bicicletas viejas, botes de pintura terminados, carritos de supermercado inservibles… todo valía para reciclarlo en una obra capaz de tragarse toneladas de materiales.

Una de las preguntas más frecuentes que se cuestionan los viajeros es sobre el terreno, por qué se construyó precisamente ahí. “Era un terreno enorme heredado de su familia. Como necesitaba mano de obra que le ayudase en su propósito, parceló el terreno y se lo regaló a la gente más necesitada del pueblo para que a cambio, fueran a trabajar con él a la catedral”, cuenta Ángel López, que se convirtió en su peón de albañil y ayudante de confianza durante casi tres décadas. “Era el trueque que Justo acordaba: terrenos a cambio de ayuda en la construcción de su ambicioso proyecto”.

Se marchó sin querer escuchar alabanzas ni halagos porque eso fomentaba el pecado de la vanidad. “No te puedo decir si soy feliz porque es vano”.

Justo Gallego.

¿Qué son estas ruinas?

Ángel veía trabajar a Justo a diario desde la ventana de su casa. Le llamaba poderosamente la atención su determinación y sus horas de trabajo de sol a sol “¿Qué son estas ruinas?”, pensaba.  Rompió el hielo y se acercó a visitarle. “Era una persona muy especial. No le gustaba cualquiera. Pero a mí me contó su vida desde pequeño. Todo el dinero que le daban sus padres lo destinaba a comprar velas para la iglesia”.

Hablaron también de la Biblia y del Evangelio y Ángel le ofreció desinteresadamente su ayuda. “Pero yo no tengo dinero para pagarte…”. Ángel insistió y acudió cada día a su cita con la Catedral y con Justo Gallego, y lo hizo durante casi 30 años, hasta que Justo se despidió de su sueño para dormir otro, el de los justos. “He aprendido sobre todo a amar a Cristo y al prójimo. Para mí, es un santo. Organizar el trabajo con una persona así era muy sencillo. Él normalmente siempre me dejaba hacer. Justo no veía nada imposible. Y yo tampoco. Cuando empecé con la bóveda, me dijo que era el ángel que necesitaba. Y eso se me quedó grabado”.

Justo ha sido el protagonista de su municipio hasta el punto que le nombraron hijo predilecto en el año 2021.

En el 2005 protagonizó el spot de Aquarius y traspasó fronteras. Medios de comunicación rusos, japoneses, alemanes, franceses, ingleses… hasta The New York Times han cubierto la apoteósica obra de Justo Gallego. Las cifras hablan solas: 4.700 metros cuadrados construidos, 35 metros de altura en su punto más alto; una planta central de 50 metros de largo por 20 metros de ancho; la cripta subterránea; dos claustros y un baptisterio; 12 torreones de 60 metros de longitud; 28 cúpulas y la gran cúpula de 35 metros de altura; más de 2.000 vidrieras.

Calter, la empresa de arquitectos e ingenieros que realiza el estudio de viabilidad de esta obra confirma que continuará de pie, sólida como se construyó porque “su estructura es magnífica y Justo, a pesar de no tener conocimientos de arquitectura ni de ingeniería, sabía lo que se hacía”, comenta Juan Carlos Arroyo, uno de los arquitectos especializados en estructuras. “Parece mentira que la haya hecho alguien con tantas cosas en su contra. Una persona sola sin conocimientos técnicos… hacen de ella algo realmente imposible y maravilloso”, concluye Arroyo. “Ha tenido en cuenta la escala, que garantiza la resistencia de cualquier construcción. La esbeltez en los arcos, el hormigón de dos tipos que emplea determina unas resistencias que son incluso mejores que las que trabajaban los constructores de la época porque ha sido cuidadoso y tenía intuición para echarle el agua adecuada”, continúa Arroyo.

Jesús Jiménez Cañas, ingeniero de caminos y doctor en Edificación de Calter comenta que: “No me imagino como se puede hacer esto sin una colección de 500 planos. Pero lo han hecho así”. Eduardo Medina, doctor en Arquitectura y director de rehabilitación de la misma empresa indica que “de los elementos estructurales más importantes vamos a sacar testigos. Los ultrasonidos emitirán una onda y da una estimación de la resistencia”.

“Su estructura es magnífica y Justo, a pesar de no tener conocimientos de arquitectura ni de ingeniería, sabía lo que se hacía”,

Juan Carlos Arroyo, director de Calter.

 “Va a terminar todo respetando la idea de Justo; la cúpula está aún sin terminar y él nos ha dejado dicho cómo se tiene que resolver. Queremos que sea ese hospital de campaña que tantas veces nos habla el Papa Francisco, de curar heridas no sólo del alma sino también del cuerpo”, asegura el padre Ángel. “Además, habrá un comedor para desayunos que será ese homenaje a Justo y el encuentro de todos. Esta Catedral será esa casa de todos”.

A final de este año, el 28 de noviembre, Justo abandonó este mundo a los 96 años en el lugar donde pasó más de 60 años trabajando, su Catedral, y tras una vida de lucha y trabajo permanente. Se marchó sin querer escuchar alabanzas ni halagos porque eso fomentaba el pecado de la vanidad. “No te puedo decir si soy feliz porque es vano”, decía siempre que le preguntaban por la sensación de ver casi terminada su Catedral, la que siempre será Catedral de Justo.

“Que sea un encuentro para los que creen y para los que no creen; una cesta en la que puedan aportar las personas que tienen algo que dar y otras que cojan lo que necesiten. Todas tienen las puertas abiertas”

Padre Ángel