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“Mi marido fue coche por coche preguntando y gritando a la gente que regalaba nuestro coche con tal de que mis hijos y yo pudiéramos cruzar la frontera”, Mariana Faduach

“Acababa de regresar a Ucrania desde Madrid, el 28 de febrero, porque estaba trabajando aquí en España y estaba oyendo por la tele, en las noticias, lo que estaba pasando. Pero ni yo ni nadie de los ucranianos pensábamos que iban a hacer las barbaridades que están haciendo.
 
Un día corriente mis hijos se levantaron y se prepararon para ir al colegio y mi niño pequeño dice: mamá mira por la ventana que ahí fuera sale humo. Mi ciudad fue la primera que bombardearon, en el aeropuerto. Me asomo por la ventana y veo una columna de humo negro y nos quedamos paralizados. Mi marido decía, pero qué pasa, no me lo creo, no me lo creo. Pusimos enseguida la tele y ya nos enteramos de que nos atacaron. Seguíamos paralizados, no sabíamos qué hacer. Llamamos a todo el mundo, a la familia, a los amigos, a los conocidos…¿Qué hacemos?¿Qué hacemos? No hicimos nada, solo estar quietos y pensar.  
 

“Hay un dicho ucraniano que dice que la cuchara sirve cuando el plato está caliente… ojalá que esto no pase con nuestra situación”.

Entonces dije, lo mejor es coger a los niños y dirigirnos hacia Polonia que por lo menos está a salvo. Fue lo primero que pensé porque en esos momentos solo buscas estar tranquilo. Porque si están actuando así con nosotros que estamos muy lejos de Kiev y de las zonas de guerra… porque nosotros vivíamos en guerra desde hacía 8 años y pensábamos todos: si van a hacer algo lo van a hacer en estos sitios que ya están ocupados en el Este pero nunca pensamos que iba a llegar al oeste de Ucrania.
 
Cogimos a los niños y las cosas que considerábamos más importantes, cogimos sus mochilas y nos fuimos inmediatamente. A mi se me ocurrió sacar todo lo de la nevera y llenar las maletas con comida y nos dirigimos a la frontera de Polonia. Estuvimos allí como dos días, una noche entera en esa cola enorme. Quiero decir que la gente no tenía pánico, tenía mucha tensión, mucha preocupación, pero pánico, no. Estábamos uno detrás de otro respetando la fila. 
“Mi madre que tiene 74 años, y me dijo una frase, porque ellos son otra generación: “Yo he nacido aquí. Es mi casa. Es mi tierra. Yo no me muevo de aquí.”
Allí se quedaba mi familia, mi madre que tiene 74 años, y me dijo una frase, porque ellos son otra generación: “Yo he nacido aquí. Es mi casa. Es mi tierra. Yo no me muevo de aquí.” De ninguna manera la podía sacar.  Allí se ha quedado mi hermana, mis amigos, todos. Mucha gente se ha quedado allí. 
 
He de decir una cosa muy importante: Todo me movía a hacer este viaje por la familia española que estaba en Madrid animándome a venir aquí con ellos, con una atención fabulosa que nos están arropando a mis hijos y a mi y nos están apoyando en todo. Si mi familia española no me hubieran exigido que saliera de Ucrania, me hubiera quedado allí.
Cuando llegamos a la puerta de la rejilla donde ya teníamos que pasar la frontera hacia Polonia (los hombres no pueden pasarla porque en Ucrania estamos en estado de guerra y no permiten la salida a los hombres entre 16 y 60 años, a ninguno). La escena de cuando los niños tuvieron que despedirse de su padre … me estaba tragando la tierra. 
 
Al final, teníamos que pasar pero este paso fronterizo que elegimos no tenía paso de peatones, sólo se podía pasar en coche y hay que pasar con un coche y con una mujer que conduzca. Mi marido tenía que quedarse con el coche para poder volver a casa y entonces yo tenía que pasar con alguien que nos cogiera dentro de un coche. Todos los coches iban llenos, no había ningún sitio libre. Todos llenos de niños y de mujeres. Entonces mi marido fue coche por coche preguntando y gritando a la gente que regalaba nuestro coche con tal de que mis hijos y yo pudiéramos cruzar la frontera dentro de uno. 
 
Entonces encontré un microbús con una mujer que era alcaldesa que iba recogiendo a los niños y a las mujeres que necesitaban pasar y salvarles aunque no les conocía, así que nos subimos allí. 
 
“Si mi familia española no me hubieran exigido que saliera de Ucrania, me hubiera quedado allí”.
Mi familia española estaba removiendo la tierra para encontrar a alguien en Polonia que nos recibiera porque nosotros no conocíamos a nadie. Tengo que agradecer infinitamente a Ada Martín de la familia de Polonia que vino a buscarnos que nunca se me olvidarán en la vida por lo que estaban haciendo por nosotros. En Polonia nos quedamos unos días para hacer un plan para llegar a España porque yo, gracias a Dios, tenía una familia aquí en España que nos acogía. Mientras los niños jugaban todos arriba y se entendían de maravilla aunque nunca habían oído el polaco, nosotros nos pusimos a ver la tv polaca y la ucraniana para ver qué decían los expertos y tener la máxima información posible. 
 
He aprendido a no planear nada más que el día siguiente. Me despierto y me acuesto con internet para ver cómo está Kiev. Si la bandera está en lo alto ondeando y suena el himno, me tranquilo porque sé que está bien, que está en su sitio.
 
Ahora estamos aquí y me están ayudando todos con este apoyo enorme que me dan los españoles. Mi familia está pendiente de nosotros y al día suelo recibir 30 llamadas, 30 mensajes…de personas con las que apenas tenía contacto desde hace años pero que ahora me están apoyando en esta situación. 
 
Todos los días hablo con mi marido y con mi madre. Ellos saben que todo el mundo entero está ayudando a Ucrania, a los ucranianos, lo saben. Hay un dicho ucraniano que dicen que la cuchara sirve cuando el plato está caliente… ojalá que esto no pase con nuestra situación. Saben que el apoyo llegará pero necesitamos este apoyo ya.
 
Cuando termine este calvario, vamos a hacer un festejo todos juntos, lo juro”.