Fernando Jáuregui, cántabro de corazón y de nacimiento, y que acaba de traspasar la barrera de los 70, es un periodista y escritor especializado en opinión y crítica política con mas de 20 libros en su haber y una experiencia de más de 50 años en diversos medios de comunicación. Con tan solo 24 años fue responsable de uno de los primeros suplementos de información política.
MdP.– Fernando sabemos que te dedicas, sobre todo, al análisis político porque te leemos en la prensa y te vemos muchas veces en las tertulias de la televisión, pero ¿en qué andas metido concretamente ahora?
FJ.– Estoy desarrollando un foro de debate que se llama ‘Periodismo 2030’, donde hay 230 periodistas que nos dedicamos a debatir sobre el futuro de la información y los problemas que tenemos. Le decimos a la sociedad que los periodistas nos estamos preocupando por ofrecer una información mejor en el futuro… y por superar nuestras manías, nuestros sectarismos y nuestras corruptelas. Estamos alzando nuestra voz para que la sociedad reciba este mensaje.
MdP.– Parece una tarea muy ardua. En la profesión se os compara con la clase política, con guerras internas sin consenso, sin respeto hacia el otro… ¿Es una deriva lógica por los momentos que vivimos?
FJ.– Pecamos de falta de bondad y de casi todo lo que pueda ser beneficioso para la sociedad. No lo afrontamos con la decisión que deberíamos. Esto me parece muy preocupante.
MdP.– Cuando hablamos de políticas sociales o de información social, los medios no te otorgan demasiada importancia ¿Se trata de una información que no interesa?
FJ.– Yo siempre digo que las causas que no te dan dinero son las que mejor sirven a la sociedad. Es decir, estas causas humildes por las que nadie te paga y que tú afrontas porque te hace ilusión y porque te parece que es un beneficio a la sociedad. Mientras que, la persecución de motivos económicos suelen producir todo lo contrario: males para la sociedad. A mí me duele que se me compare con los políticos porque ellos han acumulado desprestigio en este país que todavía los periodistas no hemos acumulado hasta ese punto.
Hay una cosa que me preocupa mucho y es que los periodistas no escuchamos. Hablamos de periodismo social.. periodismo social es escuchar. Política es escuchar también a la gente. Los periodistas no nos enteramos de verdad de lo que está pasando en la sociedad. Estamos en la macroeconomía, la macropolítica, en la superficie.. y no bajamos a bucear.
MdP.– Escuchar es un acto que te liga al padre Ángel. Él siempre dice que lo que hay que hacer es escuchar. En el fondo, escuchar es querer al otro y respetar al otro.
FJ.– La gente quiere que le escuchen, contar sus cosas, salir de su caparazón. Es un problema muy serio el de la soledad. Yo me encuentro cada día a más personas cuya principal palabra es ‘yo’. Hay gente muy pelmaza. Cada día hay más soledades circunscritas a su propia soledad. Podemos echar la culpa a la pandemia también. Yo creo que no. Estamos haciendo un mundo muy egoísta y yo creo que los medios tenemos mucha culpa de eso.
MdP.– No solamente los periodistas. ¿No crees que hay una corriente de pensamiento que quiere poner el ‘yo’ siempre por delante? Los libros de autoayuda, el reivindicar el ego… ¿Es el camino para una sociedad que quiere conseguir grandes metas?
FJ.– Hay mucha gente que hace del ‘yo’ un caldo de cultivo personal y cada día me fastidia más. Tenemos que empezar a conjugar el tú, usted, nosotros, ellos…
MdP.– Has tocado un tema muy sensible para ti hablando de la soledad no deseada. Un asunto que nos preocupa mucho desde el punto de vista social, ¿qué te parece la petición del Ministerio de la Soledad que tanto reivindica el padre Ángel?
FJ.– Todos estamos solos de una manera o de otra. Lo fingimos de una manera o de otra. Si la gente no estuviese sola, no se afiliaría a partidos políticos, clubes de fútbol ni abrazarían con entusiasmo algunas religiones. Cuando vas solo y no te haces del grupo acabas mal siempre. Tiene que ver con la edad. Me preocupa mucho la soledad de la gente mayor. Personas que lo han dado todo por nosotros y que se podría paliar esa soledad con un poco de comprensión. Creo que hay que compartir también el tiempo, es una de las grandes cosas que no estamos haciendo. Nos encontramos ensimismados en nuestra labor diaria, en la vorágine de todos los días y el tiempo es mucho más que el dinero, limosna… tenemos que dar nuestro tiempo.
MdP.– Hablemos un poco de las personas mayores, las que ahora tienen 80 años o más ¿Qué crees que significan en la España de hoy?
FJ.– Me niego a que signifiquen cada vez menos. Esta sociedad súper tecnificada y preparada para comunicarse con los sitios más remotos del planeta, olvida muchas veces comunicarse con los las personas que tenemos al lado. Ellos son los que nos ha producido el bienestar económico, material e inmaterial que tenemos en estos momentos. No me refiero solo a gente famosa. Todos ellos son personas que han trabajado muy duro y nosotros les recompensamos con el olvido y la soledad.
Te voy a contar una anécdota: Todas las hermanas de mi madre murieron después de los 100 años menos mi madre, que murió con 99. Eran cinco hermanas famosas en Santander. Y una de mis tías me dijo de pasada… “pues cuando yo tenía amigas”. Claro, una señora con 102 años ya no le quedaban amigas. Era como decir está lloviendo. Ese es el problema de la gente mayor. Tenemos que crear clubes de asociación de gente mayor.
MdP.– El otro día coincidimos con Antonio Garrigues en un acto que hablaba de la generación de los mayores de 50, que ahora laman Generación Silver y decía que “la jubilación es una palabra que hay que desterrar de nuestra vida porque jubilarse es morirse”.
FJ.– Es lo contrario de júbilo. Si no te queda más remedio que jubilarte porque no tienes fuerzas, tienes que buscar maneras de sobrevivir intelectualmente. Aunque sea escribiendo un libro, aprendiendo a tocar el saxofón o (como va a ser mi caso seguramente en el futuro) dando clases de mus en la universidad.
MdP.– A esas nos apuntamos. Ahora que avanzamos en la entrevista y que has mencionado a tus tías de Santander, ¿dónde naciste tú
FJ.– Yo nazco en Santander, en la calle Castelar, en casa de mis abuelos.
MdP.– ¿Ibas mucho tiempo de pequeño con tu abuela a la casa de Santander?
FJ.- Me mandaron una temporada para que me criase fuerte y robusto. Más que en Santander capital, donde pasábamos los veranos los 30 primos era en un casoplón que tenían mis abuelos en la provincia. Un casoplón inmenso en el que cabíamos todos. Después me compré un piso en Santoña y me gusta volver.
MdP.– ¿Cómo era tu abuela?
FJ.– Era una mandona terrible. Mis abuelos eran los Condes de Mansilla y es una aristocracia rural de la que yo no me siento nada orgulloso. Era mandona, pero mi abuela.
MdP.– ¿Cuándo descubres tu vocación de periodista, escritor…?
FJ.– La culpa la tuvo un jesuita. A mí me llevaban por el Derecho, mi padre era abogado. Hice la carrera pero no la terminé. Un día un cura me dijo cuando tenía 12 años: “qué buen periodista serías tú”. Y nada, empecé a estudiar Periodismo al mismo tiempo que Derecho. Y ahora solamente llevo 50 años ejerciendo el Periodismo, nada más.
MdP.– Pero es un periodismo muy particular porque a ti lo que te ha interesado siempre es el mundo de la política, comprometido con las ideas.
FJ.– Si volviese a nacer, sería periodista deportivo. Cuando comencé a trabajar en el periódico poco a poco fueron introduciéndome en la política y ahí me quedé. Recuerdo que tuve un redactor jefe en Informaciones que me hizo responsable, a los 24 años, del suplemento político. Era el único periódico aperturista que había durante el franquismo.
MdP.– ¿Dónde para el periodismo y dónde empieza la política?
FJ.– Noticia es aquella que no quieren que se publique. En astronomía, en deportes, en política…todo. Lo importante es no hacerte amigo de los políticos, pero tampoco te puedes hacer amigo de los futbolistas o de los empresarios. No hay más secreto. Analizar las noticias con honradez y como tú las percibes. Yo creo que las fuentes te las ganas a base de integridad y honradez. En periodismo no queda más remedio que permitir, e incluso fomentar, que te odien.
MdP.– Tú has estado metido en la cárcel en época de Franco.
FJ.– Una noche iba a una manifestación a favor de los presos políticos. Estaban allí Marcelino Camacho, los del partido comunista y varios sindicalistas. Al periódico le dije que iba a hacer una información pero lo que quería esta estar presente en la manifestación. Me encontré con la actriz Aurora Bautista, con Juan Diego… Llegó la Guardia Civil y nos llevó a todos detenidos. Ese mismo día, que por cierto era el día de la coronación de Juan Carlos I, ya vieron que todo iba a cambiar. Nos metieron en un calabozo bastante asustados y pasamos una noche espléndida. Yo nunca me he reído tanto. Fue muy divertido. La única consecuencia para mí fue que en el periódico descubrieron que yo estaba en el Partido Comunista y entonces dejé de ser responsable de la información política.
MdP.– No podemos finalizar esta conversación sin conocer tu opinión sobre ‘Mensajeros de la Paz’ y la figura del Padre Ángel.
FJ.– Para mí el padre Ángel al que llamo siempre cura… me parece la persona más bondadosa del mundo y la organización que ha montado me parece ejemplar. El padre hace cosas por la gente al margen de la religión, al margen de todo. Estoy hablando de la talla humana. Le tengo un cariño personal al padre Ángel y a su obra. No entiendo las voces críticas. Yo he visto otra cosa diferente. Te tienes que acercar a gente con poder para hacer cosas. Y yo no he visto que el padre Ángel haya pedido nunca para sí mismo.