Si buscamos la palabra “justicia” en google, la primera voz que nos aparece en el diccionario es esta: “Acción o poder de reconocer y dar a cada uno lo que le pertenece. Derecho, razón, equidad”.
Las leyes parecen llevar aparejado siempre el castigo, suenan más rotundas que decir simplemente “normas”, que acompañan más a una convivencia en paz, aunque no soy ningún ingenuo, sé que las leyes son necesarias para una convivencia en armonía.
A veces esa justicia, aplicada mediante las leyes que construimos los hombres, adolece de igualdad, porque hoy nadie niega que hay una diferente para los ricos que para los pobres; para los blancos que para los negros… Desgraciadamente lo constatamos mucho más a menudo de lo que quisiéramos. Nos llenamos la boca y la conciencia diciendo que la Justicia debe ser igual para todos, por eso la representan ciega, pero a veces se transforma en una justicia que no quiere ver lo que tiene delante. Debía ser igual para todos, pero no es así. Nuestro deseo de ser justos es muy fuerte aunque la realidad lo cuestione.
Ya nos lo decía Jesús de Nazareth, que había que ser justo y dar a cada cual lo que necesitaba, pero aunque el concepto es hermoso, sabemos que la realidad no lo permite. Una de las cuatro virtudes cardinales de las que nos habla el cristianismo consiste en la firme y constante voluntad de dar a Dios y al prójimo lo que les es debido. Nos cuenta el apóstol san Juan (cap 8:1-7) que al ser preguntado Jesús por la justicia de las leyes de Moisés ante una mujer adúltera que había de pagar su adulterio con el apedreamiento, Jesús les contestó: “Aquel de ustedes que esté libre de pecado, que tire la primera piedra”. Jesús de Nazareth encarnaba la Justicia y le mataron por exigirla y por pedir la verdad.
Hay veces que nos referimos a este término pensando en la justicia social, nos olvidamos de la justicia de los derechos, la de las obligaciones, la de la moralidad y la ética…y me viene a la cabeza mi referente, las palabras de Mi Secretario General, el Papa Francisco, que con motivo del Día de la Justicia Social (que se celebra el 20 de febrero) ligó el concepto de injusticia social a la precariedad y dijo que “La precariedad total es inmoral y mata a la familia y a la sociedad. La injusticia perjudica a la humanidad; la sociedad necesita equidad, verdad y justicia social”.
Hablamos de justicia social de Justicia Divina… Por ejemplo con esto de la pandemia ha habido muchas personas que afirmaban que era una castigo de Dios por cómo se había portado el ser humano con el planeta y con sus semejantes. No creo en una justicia divina así. Dios es justo, pero es sobre todo Padre y un Padre no castiga de esta manera a sus hijos, un Padre quiere y cuida y quiere que todos convivamos en armonía. Esa Justicia Divina del castigo no existe y lo mismo esto que digo es pecado, y si es así, lo retiro.
En estos tiempos que ahora están por llegar hay que preguntarse si la Navidad es igual para todos; si nadie va a estar solo; si habrá personas que no tengan qué cenar; si habrá niños que no disfruten del calor del abrazo de sus padres o personas sin hogar que no tengan un lecho seguro donde dormir. Cuando llega la Navidad todos sentimos una emoción especial que nos hace pensar en estas cosas y ahí, escondido, está el concepto de Justicia. ¿Será la navidad igual para todos? ¿Tendrá cada uno lo que necesita? ¿Le darán a cada uno lo que merece? Ya sabemos la respuesta, como he dicho al principio de este artículo, por eso, debemos reflexionar y esforzarnos en dar un empujón a esa Justicia que se esconde y, entre todos nosotros conseguir que sea, ella misma, la propia Justicia, un poco más justa esta Navidad, al menos para darnos un respiro este año que ha sido tan duro para todos. Aunque predicar la Justicia nos traiga, de vez en cuando, algún enemigo.
nos olvidamos de la justicia de los derechos, la de las obligaciones, la de la moralidad y la ética…